Geografía Argentina
La soja en nuestro país
En la Argentina las primeras plantaciones de soja se hicieron en 1862, pero no encontraron eco en el campo argentino. En 1909 se comenzó a ensayar en distintas escuelas agrícolas argentinas el cultivo de la soja, pero recién para 1965 se intensificaron los trabajos de investigación sobre el tema. Si bien los resultados de los ensayos realizados fueron buenos, el cultivo no logro obtener difusión entre los productores.
En la década del 70 se incremento el cultivo hasta alcanzar en la actualidad un papel fundamental en la economía argentina ocupando el cuarto lugar en el mundo como productor de grano, el primer lugar como exportador de aceite de soja y el segundo en harina de soja. Como consecuencia, la soja es el producto de exportación de mayor incidencia en el PB agropecuario del país y el mayor generador de divisas.
La tecnología aplicada al cultivo trajo beneficios como:
La semilla transgénica que le da mayor rendimiento a la planta, resistencia a ciertas plagas y a la escasez de agua. Además disminuye los costos y es de mejor calidad. También permite disminuir la cantidad de herbicidas.
Una de las consecuencias más directas del uso de las nuevas tecnologías son los perjuicios que las mismas esparcen sobre los habitantes. Se ha notado que en los pueblos fumigados ha habido un incremento de enfermedades respiratorias y dermatitis crónicas. Otras enfermedades se relacionan con trastornos tiroideos y diabetes. En estas zonas también se ve niños con malformaciones cuando las fumigaciones se realizan en los meses de embarazo. Síndrome de Down, mielomeningoceles, cardiopatías congénitas y cáncer, son solo algunas de las enfermedades que estas fumigaciones traen a la población.
A partir de los últimos años de la década del `70, la producción de soja ha venido creciendo constantemente en nuestro país. Este importante aumento de producción se ha logrado no solo con incrementos de superficie sembrada, sino también con rendimientos unitarios que se escriben entre los más altos del mundo. Esa producción agrícola ha impulsado el desarrollo de una estructura industrial para la elaboración de aceites y harinas que ha ganado rápidamente participación en el mercado internacional de estos productos, localizada en las áreas de producción y equipadas con las más modernas tecnologías a nivel mundial.